Solsticio de verano, 21 de diciembre, 2008
“La luz alcanza aquí su plenitud, correspondiendo con la madurez de los frutos y el pleroma en el desarrollo de las energías en la dinámica de los ecosistemas. Por constituir este punto del cenit en el ciclo celebramos como tiempo propicio el traspaso del tiempo lineal acumulativo al tiempo circular participativo.
El ritual consta de una celebración del fuego, donde lo lineal irreversible de nuestros actos se liberan de su carga en la sustancia del fuego para iniciar de esta manera de círculo de la participación y de la unidad.” wichan ranquen 2003
Domingo fresco, lluvioso, a la madrugada ventosa del sábado le ponía música “tiembla delirio orquesta” y nos decía; “no al desmonte, no al desmonte, no al desmonte” o “porque veo tantos pinos si acá tenemos árboles nativos… algarrobos, chañar, calden”.
Nos esperan cientos de algarrobos, talas y caldenes, necesitaban ser plantados, el futuro bosquecito queda debajo del puente carretero “Juan Filloy”. Como un poema vimos llegar a amigos y compañeros, a hermosas mujeres volando y niños montados a una alegría sin prejuicios. A las 19, los cobijos de los arbolitos empezaban a cavarse, las risa o las palas lo hacen todo liviano, como suspendido en lo irreal del tiempo, estaba fresco y el cielo lleno de nubes, hermosas nubes que nos facilitan la jornada, y el agua caída y los mates.
El sábado se dispuso hacer dos círculos, plantar de forma circular a una distancia de 5 metros entre árbol y árbol (estar cercas, hermanados a ellos también les gusta, les hace bien). El domingo se materializaba la historia, un circulo dentro de otro se dibujaba con texturas de cañas y niños, como un mándala vivo, vivísimo.
La gente sigue llegando y de los agujeros sale basura vieja, plástico de antaño. Ya cerramos uno de los círculos, ahora regamos con agüita del río y atamos las cañas que usamos como tutor. El paisaje, monocromático y húmedo, cerrábase en una pareja, sonriente, como de un cuento y los sauces de fondo.
De a poco, entre charlas y mates, se empieza a cerrar el segundo de los círculos. Algunos riegan, otros buscan leña para el fuego, otros conversan y versan, todos escriben una poesía que se extenderá en el tiempo, que será pan, o aloja ,o café.
La leña mojada arde igual y los “kankañas” (grupo de sicuris) empiezan a desenfundar los instrumentos, a calentar el cuero de la huancara, los niños juegan con fuego, queman flores de diente de león, el resto quema pensamientos-sentimientos, hace fuego de sus ojos y humo de sus ansias. El copal nos bendice y los sonidos de viento y caña terminan por acercar a todos al fuego. Gira un licor de algarroba de algún bosque milenario, giran esperanzas y las ganas de ver algún día un bosque de árboles nativos en la vera del cochancharaba, del río cuarto.
Hoy ya se miran y murmuran, bajo una neblina dulce, más de ciento cincuenta árboles, ya conviven para poder ser bosque, para poder ser vida.
“La luz alcanza aquí su plenitud, correspondiendo con la madurez de los frutos y el pleroma en el desarrollo de las energías en la dinámica de los ecosistemas. Por constituir este punto del cenit en el ciclo celebramos como tiempo propicio el traspaso del tiempo lineal acumulativo al tiempo circular participativo.
El ritual consta de una celebración del fuego, donde lo lineal irreversible de nuestros actos se liberan de su carga en la sustancia del fuego para iniciar de esta manera de círculo de la participación y de la unidad.” wichan ranquen 2003
Domingo fresco, lluvioso, a la madrugada ventosa del sábado le ponía música “tiembla delirio orquesta” y nos decía; “no al desmonte, no al desmonte, no al desmonte” o “porque veo tantos pinos si acá tenemos árboles nativos… algarrobos, chañar, calden”.
Nos esperan cientos de algarrobos, talas y caldenes, necesitaban ser plantados, el futuro bosquecito queda debajo del puente carretero “Juan Filloy”. Como un poema vimos llegar a amigos y compañeros, a hermosas mujeres volando y niños montados a una alegría sin prejuicios. A las 19, los cobijos de los arbolitos empezaban a cavarse, las risa o las palas lo hacen todo liviano, como suspendido en lo irreal del tiempo, estaba fresco y el cielo lleno de nubes, hermosas nubes que nos facilitan la jornada, y el agua caída y los mates.
El sábado se dispuso hacer dos círculos, plantar de forma circular a una distancia de 5 metros entre árbol y árbol (estar cercas, hermanados a ellos también les gusta, les hace bien). El domingo se materializaba la historia, un circulo dentro de otro se dibujaba con texturas de cañas y niños, como un mándala vivo, vivísimo.
La gente sigue llegando y de los agujeros sale basura vieja, plástico de antaño. Ya cerramos uno de los círculos, ahora regamos con agüita del río y atamos las cañas que usamos como tutor. El paisaje, monocromático y húmedo, cerrábase en una pareja, sonriente, como de un cuento y los sauces de fondo.
De a poco, entre charlas y mates, se empieza a cerrar el segundo de los círculos. Algunos riegan, otros buscan leña para el fuego, otros conversan y versan, todos escriben una poesía que se extenderá en el tiempo, que será pan, o aloja ,o café.
La leña mojada arde igual y los “kankañas” (grupo de sicuris) empiezan a desenfundar los instrumentos, a calentar el cuero de la huancara, los niños juegan con fuego, queman flores de diente de león, el resto quema pensamientos-sentimientos, hace fuego de sus ojos y humo de sus ansias. El copal nos bendice y los sonidos de viento y caña terminan por acercar a todos al fuego. Gira un licor de algarroba de algún bosque milenario, giran esperanzas y las ganas de ver algún día un bosque de árboles nativos en la vera del cochancharaba, del río cuarto.
Hoy ya se miran y murmuran, bajo una neblina dulce, más de ciento cincuenta árboles, ya conviven para poder ser bosque, para poder ser vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario