martes, 21 de agosto de 2012

Un árbol en el desierto



Carta abierta de Wichan Ranquen a la comunidad

Desde hace 13 años, Wichan Ranquen o el Árbol en Posición Firme -“wichan” o “el vivero” para los amigos- viene echando raíces en tierra riocuartense. La semilla empezó a crecer cuando el avance de la soja mostraba sus primeras consecuencias: las abejas se quedaban sin plantas de las que alimentarse, y los apicultores sin la miel que les daba de comer. Pero la soja era el paraíso del futuro. La semilla transgénica iba arrasando con el monte y cada uno de los seres vivos que dependía de él, arrancando una cultura del respeto, la armonía y la diversidad. Sin embargo, el Árbol en Posición Firme seguía creciendo: con sus misterios y su sabiduría no vacilaba ante el avance de las topadoras y con sus frutos anunciaba que los billetes no podrían dar oxígeno ni alimento a este mundo. Y así fue sembrando cientos de hijos: algarrobos, aguaribay, talas, espinillos, hoy muestras de museo en una región devastada por la ambición. Con el tiempo, sus frutos se transformaron en deliciosos arropes, licores y harinas, en hermosas evidencias  de que otro modelo productivo es posible, pero también en gritos de alerta que hoy suman cada vez más voces en medio del desierto.
Así, año a año, mes a mes, día a día a lo largo de la última década, cada una de las personas que fueron construyendo y siendo Wichan Ranquen dieron vida a la ciudad de Río Cuarto. Sembrando y regalándo árboles nativos, haciendo plantaciones en escuelas, en las costas del río, en parques, veredas y patios, construyendo una plaza temática de especies nativas junto a su sede. Dando charlas, invitando a ceremonias de agradecimiento a la pacha mama, celebrando cada año nuevo nativo, haciendo festivales artísticos, y, simplemente, diciendo su palabra ante cada persona dispuesta a compartir, el vivero abrió el camino a una cultura nueva que recupera el respeto de los pueblos originarios hacia el cosmos. Entre tanto edificio y caño de escape, entre tanta muerte y tanto glifosato, con su voz simple y sincera, fue recuperando la voz del árbol, dejando una huella que vive y vivirá en las miles de especies sembradas, plantadas, regaladas, en las muchas personas que vivimos de cerca este proyecto.
El triste destino del sur cordobés fue dándole la razón al trabajo de Wichan. El desmonte ha logrado que la mayoría de los niños de Río Cuarto no conozcan los árboles nativos de nuestra región, que el desierto verde sea nuestro paisaje cotidiano, que miles de animales hayan huido o muerto despojados de su refugio.  En este contexto, el vivero se transformó en una luz de esperanza, en un recuerdo de lo que fuimos y de lo que podemos volver a ser.
Pero el trabajo no fue fácil y sólo pudo resistir gracias a la inmensa voluntad de un grupo de personas que entregaron incondicionalmente su tiempo y esfuerzo. Muchos de los árboles plantados en la ciudad, por ejemplo, murieron por no contar con los recursos para protegerlos y por el desinterés de la comunidad para cuidarlos. Muchas ideas y proyectos que buscaban fortalecer y continuar el trabajo del vivero se vieron frustrados por no contar con más apoyo que de  su propias ganas de difundir al árbol nativo. Estas dificultades llevaron a un desgaste cotidiano que hoy, después de 13 años de trabajo voluntario y autogestionado, se hace muy difícil sostener.
Entre los tantos sueños que el vivero logró hacer realidad se encuentra una casa de barro, construida con las manos de muchas personas que a través de un trabajo desinteresado demostraron que existe otra forma de construir, de vivir y  hasta de aprehender la arquitectura. Así, Wichan parió una hermosa casa de barro, un proyecto que permitió difundir un saber ancestral y que contagiando al resto de la comunidad ayudó a que ahora existan varias casas de barro en la ciudad y en pueblos cercanos.
Hoy, este lugar construido con el deseo de generar un espacio diferente, lleno de alegría, cultura, amor y creatividad está siendo víctima de una sociedad injusta y desigual. Ante las dificultades del vivero para mantener la casa, desde hace casi un año un grupo de jovenes viene ocupando el espacio para esconderse de la violencia social, económica y policial, ejerciendo una nueva violencia que, entre otras cosas, se expresa en la rotura de puertas y ventanas que una y otra vez tuvieron que ser remplazadas. La situación empeoró en el último tiempo y después de robos, excesos y nuevas destrucciones del lugar, la casa tuvo que ser desalojada.
Por todo esto, pedimos ayuda. La única alternativa para que el vivero pueda seguir haciendo su trabajo es con el apoyo de la comunidad. Necesitamos que la ciudad y el barrio se sumen a defender este espacio. Necesitamos nuevas manos que se sumen a cuidarlo, habitarlo, pensarlo y darle vida. Visitándolo, dando talleres, haciendo reuniones, trabajando con los chicos del barrio o usándolo para cualquier otra actividad que esté en consonancia con el mundo que desde hace tiempo está intentando construir Wichan Ranquen.
Ojalá aquella semilla sembrada hace más de diez años pueda seguir dando sus frutos y cobijando en su sombra un pequeño mundo en armonía con la naturaleza y la diversidad cultural. Contamos con ustedes para que así sea. Los esperamos los sábados a la tarde en nuestra sede para recibir propuestas, ideas, ganas y para pensar juntos cómo seguir.

Saludos  y agradecemos  a todas las personas  que quedaron adheridas de mil formas diferentes, y en momentos diferentes, en la amalgama wichanera.  Que querer un soco soco mas amigable con todos los animales y las flores, con los pájaros en sus arboles nos llene de  alegría, humildad y amor

Wichan Ranquen


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