Carta abierta de Wichan Ranquen a la
comunidad
Desde hace 13 años, Wichan Ranquen o el Árbol en
Posición Firme -“wichan” o “el vivero” para los amigos- viene echando raíces en
tierra riocuartense. La semilla empezó a crecer cuando el avance de la soja
mostraba sus primeras consecuencias: las abejas se quedaban sin plantas de las
que alimentarse, y los apicultores sin la miel que les daba de comer. Pero la
soja era el paraíso del futuro. La semilla transgénica iba arrasando con el
monte y cada uno de los seres vivos que dependía de él, arrancando una cultura
del respeto, la armonía y la diversidad. Sin embargo, el Árbol en Posición Firme
seguía creciendo: con sus misterios y su sabiduría no vacilaba ante el avance de
las topadoras y con sus frutos anunciaba que los billetes no podrían dar oxígeno
ni alimento a este mundo. Y así fue sembrando cientos de hijos: algarrobos,
aguaribay, talas, espinillos, hoy muestras de museo en una región devastada por
la ambición. Con el tiempo, sus frutos se transformaron en deliciosos arropes,
licores y harinas, en hermosas evidencias de que otro modelo
productivo es posible, pero también en gritos de alerta que hoy suman cada vez
más voces en medio del desierto.
Así, año a año, mes a mes, día a día a lo largo
de la última década, cada una de las personas que fueron construyendo y siendo
Wichan Ranquen dieron vida a la ciudad de Río Cuarto. Sembrando y regalándo
árboles nativos, haciendo plantaciones en escuelas, en las costas del río, en
parques, veredas y patios, construyendo una plaza temática de especies nativas
junto a su sede. Dando charlas, invitando a ceremonias de agradecimiento a la
pacha mama, celebrando cada año nuevo nativo, haciendo festivales artísticos, y,
simplemente, diciendo su palabra ante cada persona dispuesta a compartir, el
vivero abrió el camino a una cultura nueva que recupera el respeto de los
pueblos originarios hacia el cosmos. Entre tanto edificio y caño de escape,
entre tanta muerte y tanto glifosato, con su voz simple y sincera, fue
recuperando la voz del árbol, dejando una huella que vive y vivirá en las miles
de especies sembradas, plantadas, regaladas, en las muchas personas que vivimos
de cerca este proyecto.
El triste destino del sur cordobés fue dándole la
razón al trabajo de Wichan. El desmonte ha logrado que la mayoría de los niños
de Río Cuarto no conozcan los árboles nativos de nuestra región, que el desierto
verde sea nuestro paisaje cotidiano, que miles de animales hayan huido o muerto
despojados de su refugio. En este contexto, el vivero se
transformó en una luz de esperanza, en un recuerdo de lo que fuimos y de lo que
podemos volver a ser.
Pero el trabajo no fue fácil y sólo pudo resistir
gracias a la inmensa voluntad de un grupo de personas que entregaron
incondicionalmente su tiempo y esfuerzo. Muchos de los árboles plantados en la
ciudad, por ejemplo, murieron por no contar con los recursos para protegerlos y
por el desinterés de la comunidad para cuidarlos. Muchas ideas y proyectos que
buscaban fortalecer y continuar el trabajo del vivero se vieron frustrados por
no contar con más apoyo que de su propias ganas de difundir al
árbol nativo. Estas dificultades llevaron a un desgaste cotidiano que hoy,
después de 13 años de trabajo voluntario y autogestionado, se hace muy difícil
sostener.
Entre los tantos
sueños que el vivero logró hacer realidad se encuentra una casa de barro,
construida con las manos de muchas personas que a través de un trabajo
desinteresado demostraron que existe otra forma de construir, de vivir y
hasta de aprehender la arquitectura. Así, Wichan parió una hermosa casa
de barro, un proyecto que permitió difundir un saber ancestral y que contagiando
al resto de la comunidad ayudó a que ahora existan varias casas de barro en la
ciudad y en pueblos cercanos.
Hoy, este lugar
construido con el deseo de generar un espacio diferente, lleno de alegría,
cultura, amor y creatividad está siendo víctima de una sociedad injusta y
desigual. Ante las dificultades del vivero para mantener la casa, desde hace
casi un año un grupo de jovenes viene ocupando el espacio para esconderse de la
violencia social, económica y policial, ejerciendo una nueva violencia que,
entre otras cosas, se expresa en la rotura de puertas y ventanas que una y otra
vez tuvieron que ser remplazadas. La situación empeoró en el último tiempo y
después de robos, excesos y nuevas destrucciones del lugar, la casa tuvo que ser
desalojada.
Por todo esto, pedimos ayuda. La única
alternativa para que el vivero pueda seguir haciendo su trabajo es con el apoyo
de la comunidad. Necesitamos que la ciudad y el barrio se sumen a defender este
espacio. Necesitamos nuevas manos que se sumen a cuidarlo, habitarlo, pensarlo y
darle vida. Visitándolo, dando talleres, haciendo reuniones, trabajando con los
chicos del barrio o usándolo para cualquier otra actividad que esté en
consonancia con el mundo que desde hace tiempo está intentando construir Wichan
Ranquen.
Ojalá aquella semilla sembrada hace más de diez
años pueda seguir dando sus frutos y cobijando en su sombra un pequeño mundo en
armonía con la naturaleza y la diversidad cultural. Contamos con ustedes para
que así sea. Los esperamos los sábados a la tarde en nuestra sede para recibir
propuestas, ideas, ganas y para pensar juntos cómo seguir.
Saludos y agradecemos
a todas las personas que quedaron adheridas de mil
formas diferentes, y en momentos diferentes, en la amalgama wichanera.
Que querer un soco soco mas amigable con todos los animales y las
flores, con los pájaros en sus arboles nos llene de alegría,
humildad y amor
Wichan Ranquen
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